viernes, 30 de agosto de 2013

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Esa noche al acostarse para dormir y acallar a sus pensamientos, decidió que dejaría las cortinas de su ventana abiertas. Su calle era tan tranquila que bien podría desparecer para siempre sin que nadie notara el cambio. Puede, pensó ella, que la calle no sea la que me ayude a desaparecer, puede que sea yo la que ya ha desaparecido. Dejar las cortinas abiertas para así contemplar a la luna y a la farola, y para que así, los primeros rayos del Sol acariciasen su piel. Despertar lentamente con el Sol de la mañana era un regalo que, sería para ella.
Pero aún quedaba mucho para dormir. Taza de té bien caliente en mano y libro en otra se dejó caer en la bañera. Adoraba leer acostada en la bañera con los pies apoyados en el bordillo y con las cortinas totalmente cerradas. Era su espacio de paz, su evasión. Puede que esté como una regadera, pero yo disfruto leyendo libros y bebiendo té verde con menta en la bañera. Dejaba que sus ojos se deslizaran por las páginas de sus libros. Dejaba que el mundo discurriera ante ella y que sus más pesados pensamientos se largaran por el desagüe, no estaban invitados.


jueves, 15 de agosto de 2013

Una vida insignificante, pero con acciones a primera vista insignificantes para el resto de personas, aunque fundamentales para ellos.
Y con esa insignificancia se marcharon miles de personas, cada una con sus propias historias.
Ghandi dijo una vez:  "Casi todo lo que realice será insignificante, pero es muy importante que lo haga."

¿Quién soy y qué quiero?

Es curioso como cuando una persona me importa realmente, mi capacidad de entrega emocional no tiene límites. No hablo de amor. Además, esa palabra no la entiendo. Hablo de ser incapaz de pensar en otra cosa, de no poder dejar de lado a dicha persona. Quizás sea porque no me resigno a dejarla marchar, de desear tenerla en mi vida para siempre. Casi como una obsesión. Y después, ocurre. Desaparece. Mi alma ha dejado de sentir aquello tan intenso. Tan intenso que hasta daba miedo, por no ser normal. Soy desastrosa hasta para conservar sentimientos. Estos vienen y desaparecen sin más. No los entiendo, no sé vivir conmigo misma y soy incapaz de convivir con los demás. Como si mi mente y mi alma se hubiesen cansado, y ya no quisieran entregarse por completo a dicha persona. Esa estúpida sensación desaparece y me quedo vacía. Después suelo coger un buen libro y leer sobre la vida. A veces, como en aquella película de Josh Radnor, suelo pensar en las palabras de un personaje: "decidí dejar de leer sobre la vida para empezar a vivir la vida". Hasta que, justo antes de quedarme dormida la pregunta de siempre aparece en mi cerebro para quedarse