sábado, 12 de octubre de 2013

Nada es fácil

Sentirme fuera de lugar alrededor de tantas personas que hablan sin cesar es una de mis habilidades. Mi estómago está demasiado presente y se vuelve del tamaño de una nuez que me aplasta la cabeza y la conciencia. No me siento querida, me siento sola y tremendamente incomprendida. Pero hago como si no me diese cuenta y sigo adelante. Mucha gente dice preferir la ignorancia antes de saberlo todo. Puede que el problema al que me enfrente sea que soy incapaz de dejar de analizarlo absolutamente todo. Puede que sea demasiado sensible o insegura como para caminar sola por los senderos. O puede que piense demasiado en todo. Me hago preguntas que me llevan a sitios abandonados y melancólicos a los que me uno sin pensarlo, mi mirada se apaga y entonces suena "If I fell"; la ansiedad crece y no lloro. Solo aparecen nuevas preguntas. La vida es maravillosa, pero cuesta demasiado encajar su forma de reírse de mi misma mientras creo que lo controlo todo. Es difícil, y yo lo empeoro.

viernes, 30 de agosto de 2013

1

Esa noche al acostarse para dormir y acallar a sus pensamientos, decidió que dejaría las cortinas de su ventana abiertas. Su calle era tan tranquila que bien podría desparecer para siempre sin que nadie notara el cambio. Puede, pensó ella, que la calle no sea la que me ayude a desaparecer, puede que sea yo la que ya ha desaparecido. Dejar las cortinas abiertas para así contemplar a la luna y a la farola, y para que así, los primeros rayos del Sol acariciasen su piel. Despertar lentamente con el Sol de la mañana era un regalo que, sería para ella.
Pero aún quedaba mucho para dormir. Taza de té bien caliente en mano y libro en otra se dejó caer en la bañera. Adoraba leer acostada en la bañera con los pies apoyados en el bordillo y con las cortinas totalmente cerradas. Era su espacio de paz, su evasión. Puede que esté como una regadera, pero yo disfruto leyendo libros y bebiendo té verde con menta en la bañera. Dejaba que sus ojos se deslizaran por las páginas de sus libros. Dejaba que el mundo discurriera ante ella y que sus más pesados pensamientos se largaran por el desagüe, no estaban invitados.


jueves, 15 de agosto de 2013

Una vida insignificante, pero con acciones a primera vista insignificantes para el resto de personas, aunque fundamentales para ellos.
Y con esa insignificancia se marcharon miles de personas, cada una con sus propias historias.
Ghandi dijo una vez:  "Casi todo lo que realice será insignificante, pero es muy importante que lo haga."

¿Quién soy y qué quiero?

Es curioso como cuando una persona me importa realmente, mi capacidad de entrega emocional no tiene límites. No hablo de amor. Además, esa palabra no la entiendo. Hablo de ser incapaz de pensar en otra cosa, de no poder dejar de lado a dicha persona. Quizás sea porque no me resigno a dejarla marchar, de desear tenerla en mi vida para siempre. Casi como una obsesión. Y después, ocurre. Desaparece. Mi alma ha dejado de sentir aquello tan intenso. Tan intenso que hasta daba miedo, por no ser normal. Soy desastrosa hasta para conservar sentimientos. Estos vienen y desaparecen sin más. No los entiendo, no sé vivir conmigo misma y soy incapaz de convivir con los demás. Como si mi mente y mi alma se hubiesen cansado, y ya no quisieran entregarse por completo a dicha persona. Esa estúpida sensación desaparece y me quedo vacía. Después suelo coger un buen libro y leer sobre la vida. A veces, como en aquella película de Josh Radnor, suelo pensar en las palabras de un personaje: "decidí dejar de leer sobre la vida para empezar a vivir la vida". Hasta que, justo antes de quedarme dormida la pregunta de siempre aparece en mi cerebro para quedarse

viernes, 26 de julio de 2013

Instantes

Soy nefasta en cuanto a relaciones personales y sociales se refiere. Huyo de mis propios sentimientos porque temo. Temo a mi corazón cuando se acelera de repente y provoca que mi cuerpo suba de temperatura, todo ello sin chico de por medio. Recordar momentos pasados provoca que las pulsaciones se aceleren y que mi mirada se pierda para revivir aquel instante. Muchas veces me pregunto si esta ansiedad que me acompaña fielmente, desaparecerá algún día. ¿Es normal que mi respiración siempre se sienta apisonada por una máquina? Siento debilidad por capturar momentos con mi cámara. No podría jamás considerarme a mi misma fotógrafa, pero dedico mucho tiempo a observar a otros. Dicen que la vida está formada por las personas que actúan y las que simplemente se sientan a observar lo que sucede. En ese sentido yo, pertenezco al segundo bando. Quizás mi sensibilidad se tal, que desvaríe de manera desorbitada. Preguntarme sobre lo que sienten o piensan los demás mientras intento capturar un instante, me apasiona. Aunque es irrisorio, me desconozco completamente a mi misma, no me atrevo a  capturar instantes y a preguntarme qué es exactamente lo que siento. ¿Por temor a la respuesta? Por miedo a los hechos.

martes, 4 de junio de 2013

Extrañas sonrisas

Mientras voy en guagua, sí yo lo digo así, con la canción más positiva que recordemos al decir esto, me doy cuenta de lo poco que sonríen las personas por la calle. Todos cabizbajos, mirando y tecleando a pantallas, serios y más seriedad, acompañados de un tiempo estos días nada agradable. Ni ensayado antes por Shakespeare, amante del drama, hubiera conseguido que todo coincidiese para dar forma esta escena tan bien compensada.

Miro entonces dentro del vehículo, de soslayo claro, "no está bien mirar a nadie fijamente". Tomo la decisión más estúpida que aún, siendo yo, se me ocurre. Espero a mi parada y mientras, busco la canción adecuada. Pulso en el botón. Próxima Parada. Y sin pensármelo dos veces sonrío al conductor que estupefacto no sabe como reaccionar. Me bajo del transporte público, amado por unos pocos y odiado por tantos (ignoren cualquier coincidencia con una religiosa propaganda); y le doy al play. Empiezo a caminar con la mirada al frente y sonriendo cual enamorada en San Valentín. Pero detengámonos.

Como ya saben, no soy una persona increíblemente risueña, ni cariñosa, ni ... Pero tampoco tengo el humor de esa vecina, La Señora de los Siete Gatos. En fin, digamos que de vez en cuando me siento terriblemente feliz e idiota y me da por hacer este tipo de cosas.

 Volviendo a lo que realmente importa ahora, desde la parada de guagua hasta mi casa recorro unos cinco/diez minutos de carretera, durante todo ese tiempo sonrío, río y hasta miro a los conductores. Me sorprendo al ver que no lo hago de forma forzada y que la canción que escucho me anima realmente. Voilá, todos creen haber visto a una fumada, o perro verde caminando por la calle. Seamos sinceros, si me viese en este instante en un espejo pensaría que tengo un serio problema. He aquí el quid de la questión ¿por qué tiene que existir un motivo para sonreír?

lunes, 3 de junio de 2013

¿Lo sabes tú?

Me acuerdo de lo atrapada que se sentía, el aire se limitaba a entrar y salir por su nariz para mantenerla viva, pero solo parcialmente. Sentía la más horrorosa de las impotencias, recuerdo que con la mirada me pedía que escribiera por ella, pero sus más profundos sentimientos estaban demasiado bien guardados para salir a la luz. Se lamentaba y avergonzaba  de su ignorancia, ojalá hubiese podido contar con las mismas cartas con las que yo cuento hoy en día. Su ternura era repartida entre todos. Indiscreta, parlanchina y terriblemente insoportable a veces, así la recuerdo yo. No la considero una persona especialmente cariñosa, era especialmente seca, pero recuerdo con mucho cariño los momentos en los que me arropaba de pequeña. Si anteriormente, me describía a mi misma como una persona cobarde, ella era el ejemplo perfecto de valentía. Si sus sentimientos hubiesen sido plasmados por ella misma en un papel, probablemente yo no estaría describiéndola. Orgullosa, como todos supongo. Me acuerdo de que sus manos siempre estaban calientes y que su perfume siempre inundaba cada estancia. El peor de los asesinos, el propio tiempo se encargó de dejar huellas sobre su piel, es fácil averiguar de quien hablo, todos y todas tenemos o tuvimos una imagen parecida a la mía.

El momento que al principio de este relato os contaba, supuso un antes y un después para mi. Hay imágenes y segundos que taladran el cerebro y ese forma parte de uno de ellos. No hubo lágrimas, ella jamás se mostraría tan débil.

sábado, 1 de junio de 2013

Vistazos

Me confieso como la persona más cobarde que he llegado a conocer en mi vida. Es horroroso, en el momento preciso siempre me faltan las palabras que necesito decir, es como si se esfumasen corriendo a cualquier lugar del mundo donde se me estuviera prohibido el paso. Siempre me es difícil mirar a los ojos a cualquier persona, quema mi retina, soy incapaz de sostener la mirada a nadie con quien no sienta plena confianza. Rehuyo constantemente ese tipo de contacto por ¿inseguridad? no, se trata de cobardía.

Sin embargo, y aunque muchas veces tenga la mente repleta de ideas y sentimientos unidos en una mezcla casi homogénea, las palabras parecen brotar casi al instante cuando, con la mirada perdida en el teclado, empiezo a preguntarme, cual periodista de investigación, el porqué de demasiadas cosas. Si visitase a un psicólogo, probablemente insistiese o me definiera como una persona con cierta tendencia a la melancolía. Pero yo no soy partidaria de acudir a tal especialista ¿qué razón hay? Sinceramente, me repelen (con respeto a los de dicha profesión).