sábado, 1 de junio de 2013

Vistazos

Me confieso como la persona más cobarde que he llegado a conocer en mi vida. Es horroroso, en el momento preciso siempre me faltan las palabras que necesito decir, es como si se esfumasen corriendo a cualquier lugar del mundo donde se me estuviera prohibido el paso. Siempre me es difícil mirar a los ojos a cualquier persona, quema mi retina, soy incapaz de sostener la mirada a nadie con quien no sienta plena confianza. Rehuyo constantemente ese tipo de contacto por ¿inseguridad? no, se trata de cobardía.

Sin embargo, y aunque muchas veces tenga la mente repleta de ideas y sentimientos unidos en una mezcla casi homogénea, las palabras parecen brotar casi al instante cuando, con la mirada perdida en el teclado, empiezo a preguntarme, cual periodista de investigación, el porqué de demasiadas cosas. Si visitase a un psicólogo, probablemente insistiese o me definiera como una persona con cierta tendencia a la melancolía. Pero yo no soy partidaria de acudir a tal especialista ¿qué razón hay? Sinceramente, me repelen (con respeto a los de dicha profesión).

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