martes, 4 de junio de 2013

Extrañas sonrisas

Mientras voy en guagua, sí yo lo digo así, con la canción más positiva que recordemos al decir esto, me doy cuenta de lo poco que sonríen las personas por la calle. Todos cabizbajos, mirando y tecleando a pantallas, serios y más seriedad, acompañados de un tiempo estos días nada agradable. Ni ensayado antes por Shakespeare, amante del drama, hubiera conseguido que todo coincidiese para dar forma esta escena tan bien compensada.

Miro entonces dentro del vehículo, de soslayo claro, "no está bien mirar a nadie fijamente". Tomo la decisión más estúpida que aún, siendo yo, se me ocurre. Espero a mi parada y mientras, busco la canción adecuada. Pulso en el botón. Próxima Parada. Y sin pensármelo dos veces sonrío al conductor que estupefacto no sabe como reaccionar. Me bajo del transporte público, amado por unos pocos y odiado por tantos (ignoren cualquier coincidencia con una religiosa propaganda); y le doy al play. Empiezo a caminar con la mirada al frente y sonriendo cual enamorada en San Valentín. Pero detengámonos.

Como ya saben, no soy una persona increíblemente risueña, ni cariñosa, ni ... Pero tampoco tengo el humor de esa vecina, La Señora de los Siete Gatos. En fin, digamos que de vez en cuando me siento terriblemente feliz e idiota y me da por hacer este tipo de cosas.

 Volviendo a lo que realmente importa ahora, desde la parada de guagua hasta mi casa recorro unos cinco/diez minutos de carretera, durante todo ese tiempo sonrío, río y hasta miro a los conductores. Me sorprendo al ver que no lo hago de forma forzada y que la canción que escucho me anima realmente. Voilá, todos creen haber visto a una fumada, o perro verde caminando por la calle. Seamos sinceros, si me viese en este instante en un espejo pensaría que tengo un serio problema. He aquí el quid de la questión ¿por qué tiene que existir un motivo para sonreír?

No hay comentarios:

Publicar un comentario