lunes, 12 de octubre de 2015

Y sí, a veces meto la pata descaradamente y hablo más de lo que debería, pero si alguna vez lo dije fue porque lo pensaba —o porque creí que esas eran las palabras que expresaban mis pensamientos—. Y sí, me he equivocado mil veces y habré pedido perdón dos, pero es que para decir esa palabra hay que ser muy valiente y nada orgulloso y yo no soy valiente y, quizás, demasiado orgullosa.
Lo siento si te ofendí alguna vez, no era mi intención, no a ti.
De vez en cuando también me enfurruño, grito, digo palabrotas y lanzo cosas al aire. De vez en cuando la rabia me gana y hago cosas por las que debería pedir perdón y sí, sigo sin pedirlo.
Sé que muchas veces soy difícil, que tengo carácter, que no me dejo guiar, que me encanta llevar la contraria, que me rio a costa de los demás, que ando lejos de la perfección y que no puedes conmigo pero ahí sigues.
Sé que soy un sin sentido, que sabes como empiezo pero no como acabo, que a veces soy imposible, a veces ridícula y a veces idiota. Y también se que hay algo que tú no sabes y es que si me llamas ahora, dejo lo que sea y voy directa a donde tú me digas, con el corazón latiendo a una velocidad digna de una multa. Y si se trata de ti, mis impulsos ganan y mi carácter manda. En ese momento, me volvería imposible para el resto del mundo.
Ahora que lo pienso, tal vez, debería pedirme perdón a mi misma por ello, pero no lo haré. Porque si algo me falta cuando apareces tú, es cordura y si tú eres el monstruo “aquí estoy yo porque he venido”, ojalá te quedes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario