lunes, 28 de marzo de 2016

Hacer el amor en medio de la tristeza y pretender que no haya heridos. Cargar con los daños como si la piedra de Sísifo se tratara y cuestionarme cuántas vidas más he de perder hasta ser lo suficientemente valiente para reconocer que la única que deseo es contigo.

Te he escrito una carta que no leerás nunca. La verdad es que el insomnio es mucho más duro sabiendo que estás lejos y desconociendo cuando volveré a verte. Las noches se vuelven infinitas y me las paso buscando las palabras adecuadas que posiblemente jamás escucharás. He vuelto a tener aquellas pesadillas que me prometí no contarte nunca.

Te juro que estoy aprendiendo a quererte bien.

Me gustas porque a pesar de estar sin vernos meses parece que no haya pasado ni un día, ni un kilómetro entre nosotros. Me gustas porque te he sentido hacerte pequeñito y frágil en un abrazo, en mi abrazo, sé que te dejé huella porque confesé que el espacio entre tu cuello y tu hombro era mi lugar favorito en el mundo. Me gustas porque conmigo vives, sientes, ríes, porque ambos sabemos que somos hogar.

Hace prácticamente un año que apareciste en mi vida, no me había dado cuenta hasta ahora que intentar aplastar lo que se siento por ti y lo feliz que me haces, es una canallada contra mí. Eres más bonito cuando vuelas sin barreras nítidas entre la amistad, el amor, el deseo o la admiración. La vida es preciosa teniéndote dentro de la mía.

En muchos casos lucharía por ti, por nosotros, lucharía por ser lo des siempre haciendo lo de siempre, pero creo que ya es tarde, porque joder, siempre es tarde si nos preguntamos si lo es, y yo ya me canso de luchar por alguien que no es capaz de abrir los ojos.

Soy yo, otra vez, te escribo de nuevo, otra vez. Te escribo solo para decirte que no te imaginas lo que pesan las alas cuando nadie te las hace batir. Llevo una semana sin volar, y todo es caída, no sé si todo este dolor es tocar fondo, o simplemente acaba de empezar.

Tengo el cuerpo lleno de temblores, que no escalofríos, llenos del pánico que puede crear una persona al irse sin amenazas de volver. Hace frío en esta página y no consigo pasar a la siguiente, no puedo cambiar de página, no puedo cambiarte por otra.

Te echo de menos, no, te echo mucho de menos, y no hablo de extrañarte en mi cama, en la gran parte de mis risas o en la totalidad de aquellas placenteras caricias, tus caricias. Te hablo de que faltas en mi vida, en mi aliento, en cada latido. ¿De qué sirven los pulmones cuando no tienes aire para respirar? Te has llevado mi aliento, cada latido.

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